Elegida en los años 90 como una de las cinco mejores playas del mundo por el programa «Lonely Planet», de Discovery, y entre las diez más lindas por el Washington Post, Jericoacoara es un verdadero paraíso natural perdido en el nordeste brasileño. Sus paisajes deslumbrantes, dunas, lagunas, mar azul, mucha tranquilidad y clima cálido todo el año aseguran al visitante un viaje absolutamente inolvidable.

El acceso a Jeri, como es cariñosamente llamada, se hace a través de Fortaleza, la capital del estado de Ceará. El aeropuerto Pinto Martins tiene vuelos regulares hacia y desde la mayor parte de las capitales de Brasil, además de Milán, Roma, Madrid, Lisboa, Ámsterdam, Buenos Aires, Miami, Quito, Guayaquil, Bogotá y Ciudad de Panamá, entre otros destinos. Desde allí, se toma la carretera, en un percurso de 289 km.

Una vez que el visitante llega a Jericoacoara, puede optar por alojarse en un hotel o en una de las incontables posadas y cabañas que existen en el lugar. Es importante resaltar que en esta ciudad no existen bancos ni cajeros electrónicos, y que todos los gastos deben ser realizados en dinero vivo. La infraestructura local es precaria y no se cuenta con muchos servicios, por lo que el turista debe tomar sus previsiones.

El atractivo de Jeri reside en su natural encanto y justamente en su simplicidad. En la franja de arena de la playa principal, varias tumbonas quedan dispuestas frente a los bares y restaurantes y es muy común ver a gente de diversas nacionalidades degustando los exquisitos frutos de mar que se sirven en esos locales. Ya en las playas con dunas, la delicia de los frecuentadores es hacer paseos en buggy y contemplar la belleza del lugar.

De todos los sitios que se debe visitar, el más conocido y uno de los más bonitos es la Pedra Furada (algo así como Piedra Agujereada), una formación rocosa de casi 5 metros de altura y con aspecto de arco, que ha sido esculpida por las olas del mar. De 15 de julio a 15 de agosto se puede, incluso, presenciar un espectáculo notable al final de las tardes, una vez que el sol, al ponerse, se encaja perfectamente en la piedra.

Otro sitio de belleza fuera de lo común es la Duna del Pôr do Sol (Duna de la Puesta del Sol), desde donde, como el nombre indica, se puede apreciar la puesta del sol, que invariablemente se encuentra con el mar en el horizonte, proporcionando otro espectáculo que por sí solo ya vale la visita a este lugar. Asimismo, la duna sirve para la práctica del sandboard, el surf en la arena. Otros deportes, como el cayac, el windsurf y el kitesurf, tienen lugar en la Laguna del Paraíso, también conocida como Laguna de la Jijoca, cuyas aguas transparentes en tonos de azul y verde permiten que el visitante observe el fondo.

Jericoacoara también tiene muchas tienditas de artesanías y restaurantes, además de una atractiva vida nocturna donde ritmos como el rock, forró y samba unen a turistas y lugareños en la fiesta. La noche puede terminar en la panadería Santo Antônio (San Antonio), que solo funciona de madrugada (de 02:00 a 07:00), para atender a los fiesteros con especialidades de banana o coco y también con el tradicional pão de queijo (pan de queso).  Maravillas que hacen de este rincón un destino imperdible.

Foto: Duna del Pôr do Sol, por Mariordo (Wikipedia)


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