El Carnaval es celebrado de diferentes maneras alrededor del mundo, pero en ninguna parte es tan especial y lleno de simbolismo como en la ciudad de Oruro, en Bolivia, donde gana aires majestuosos. La espectacularidad y el sincretismo de esta fiesta hicieron que la Unesco la declarara Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, además de atraer a miles de personas todos los años, oriundas de varios rincones del país, así como del exterior.

Oruro, que durante el año es por lo general fría y relativamente tranquila, se llena de gente en Carnaval, convirtiéndose en un hormiguero. Así, es prácticamente imposible conseguir una habitación en hoteles y alojamientos, pues estos quedan copados en la semana que precede la celebración. De ese modo, es recomendable que el turista realice su reserva con anticipación, de manera a no enfrentar contratiempos una vez que llegue a la ciudad.

En la entrada de Carnaval, intervienen cerca de medio centenar de conjuntos folclóricos, que bailan 18 variedades de danza, como la morenada, los caporales, el tinku y la tradicional diablada, todos típicos de Bolivia. Miles de bailarines se dirigen como en una peregrinación al santuario de la Virgen del Socavón, donde se rinde honor a la que es considerada la Patrona del Folclore Boliviano.

Los números de la fiesta son impresionantes: más de 28.000 bailarines, 10.000 músicos y alrededor de 400.000 espectadores se distribuyen a lo largo de casi 4 km de recorrido. De todas las danzas contempladas por el público, quizás la más característica del Carnaval orureño sea la diablada, en que los bailarines utilizan traje y careta de diablo, en una representación del enfrentamiento entre el bien y el mal.

No solo en la diablada se verifica la mencionada dualidad entre el bien y el mal, ya que esta es un sello del Carnaval de Oruro, que mezcla elementos de tradiciones paganas y del catolicismo, siendo el sincretismo religioso su principal singularidad. ¿En qué otro lugar se puede ver que los fieles rinden honor a su virgen vestidos de diablos? En esa tradición paradójica reside sin duda una de los rasgos más ricos del folclore boliviano.

Como es de suponerse, la devoción de los bailarines en la peregrinación al santuario contrasta con el derroche de alcohol y excesos que se verifican durante la celebración. Sin embargo, el colorido de los trajes, la belleza de las danzas y la gran alegría que toma cuenta de las calles de esta ciudad altiplánica hacen que la fiesta sea verdaderamente inolvidable para el turista que tiene el placer de disfrutarla.

Fotos: las dos primeras por Miroslava Godoy; y la última por César Catalán (todas en Flickr)


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