En las faldas de la mítica montaña conocida como Sumaq Orcko (nombre quechua que significa Cerro Rico) está asentada Potosí, que hace cuatro siglos ostentaba el título de Villa Imperial y que llegó a ser por ese tiempo una de las ciudades más pobladas del mundo, por encima de París o Sevilla. El encanto de su pasado colonial sigue aún muy presente en sus estrechas calles, donde viejas casonas guardan todavía muchas leyendas y tesoros de esa época.

Se cuenta que de las entrañas del Cerro Rico se ha extraído plata suficiente como para construir un puente que lo conectara a Madrid, puesto que la montaña contenía la mayor mina del mundo de este precioso metal. Atraídos por la riqueza de su suelo, miles de personas llegaron para asentarse en la ciudad, en los siglos XVI y XVII, convirtiéndola en un hormiguero humano de 160.000 almas para el año 1625.

Actualmente, Potosí es una ciudad que ha convivido con el olvido durante siglos, luego de que sus reservas de plata prácticamente se agotaran. Sin embargo, sigue siendo un destino imperdible para el turista que llega a Bolivia, una vez que conserva intacta gran parte de la arquitectura colonial, que habla además de un pasado señorial y que da la impresión al visitante de que se está sumergiendo en el tiempo.

Potosí, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, tiene como uno de sus principales atractivos su catedral, de estilo barroco virreinal e influencia neoclásica y una fachada de piedra. A su vez, las iglesias de San Francisco y de San Lorenzo albergan grandes exposiciones artísticas en las que se puede observar el sincretismo religioso, con representaciones de entidades divinas de los indígenas, así como del cristianismo. Estos son solo algunos de los muchos templos distribuidos especialmente en el centro de esta capital departamental.

Si el turista dispone de más tiempo, no debe obviar una visita a otros centros religiosos de la ciudad, como el Templo de San Cristóbal, una de las más antiguas de Potosí y con características renacentistas, el Templo de San Agustín, construido en 1625 y que guarda muchas esculturas en su interior, y el Templo de Santa Teresa, que pertenece a un convento carmelita fundado en 1685. Otros templos dignos de visitar son el de San Sebastián, San Pedro, San Martín, San Bernardo, Copacabana, La Merced y de la Compañía, cuya antigua torre es un verdadero símbolo potosino.

Finalmente, no se puede dejar de mencionar a la Casa Nacional de la Moneda, que en dos horas de visita guiada muestra cómo eran hechas las monedas en el periodo colonial. Es un paseo imperdible por la historia, realizado en tours llevados a cabo diariamente, con excepción de los lunes; tampoco se puede dejar de nombrar al mismo Cerro Rico, distante 50 km de la ciudad. Pero más allá de las maravillas naturales y culturales de este lugar, el simple hecho de caminar por calles tan angostas y antiguas ya remite al visitante a los tiempos en que quedó famosa la expresión «Vale un Potosí».

Foto: Sarah Bryce (Flickr)


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